Mis sueños con Dani: VIII. El ensayo 8/8

El sueño termina con la escena que le da sentido a todo lo anterior: El recorrido del laberinto, por qué yo pude salir y él no, ensa intranquilidad que sentimos cuando tenemos un compromiso pactado y tememos no llegar a tiempo que me acompañó en cada lugar. En el sueño la escena aparece frente a mí, debajo del agua, como si me hubieran querido decir «acá está, era esto lo que no recordabas, lo que te ha estado haciendo sentir así».

La casa tenía un parque  amplio, con árboles altos, y sus hojas caían, ocres, lentas, como detenidas. Mis pies se hundían en esa alfombra crujiente. Desde las ventanas, un grupo de músicos me mostraba las canciones: las mismas que ensayábamos con Dani para las fiestas del colegio. Claro, si el enano está acá, me dicen. Empiezo a rodear la casa, buscando un lugar por donde entrar, pero las puertas están cerradas y las ventanas enrejadas. Piso la galería y el crepitar de las hojas desaparece. 

-¡Ey! -me llama desde una ventana-,  mañana a la tarde ensayamos. 

-Pero no puedo entrar, Dani. 

-Y yo no puedo salir, Chopan, esto es un laberinto.

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