Tribulato y Sarmiento. La Secundaria del Terrero acaba de terminar el turno de la mañana y la esquina rebalsa de gente. Paso por allí justo en ese momento. Me incrusto entre los cuerpos y no puedo avanzar. No hay rostros, solo torsos azules que resuenan como piedras de río. Veo el piso: colillas de cigarrillos, tierra entre las baldosas, sombras negras que pasan fugaces y parecen pisadas. Se abre una brecha entre dos cuerpos y me escabullo hasta la calle. Me encuentro con la fila de autos estacionados, con un auto de la fila, con la ventana abierta de ese auto, con la figura de un hombre que deja entrever la ventana abierta, con la cabeza del hombre que se asoma por la ventana, mirando hacia arriba. Es Dani. Se le mete el cielo en los ojos.
-¿Qué hacés en este quilombo? Subí que te llevo.
Pero los cuerpos inconscientes nos ven, me cierran el camino y empujan, alejándonos. Dejo de ver el rostro en la ventana, la ventana en el auto, el auto en la fila, la fila en la esquina y ahí todo es, otra vez, oscuridad.