Me abro hacia el paisaje. Dejo salir el color, no me resisto. Dejo que pase a través de mí el caudal de su pena, la cobijo. Viajo todo el tiempo por los lugares donde quiero estar. Veo mi sombra aproximarse a mis pies, la veo irse, lejos, contra la penumbra.
Que suerte, pienso, que no estoy en ese colectivo que va lleno de gente, y estoy en la vereda, donde todavía hay vientito, y me puedo mover y la gente me pasa lejos. Doy las gracias porque ese viaje oscuro, caliente y pegajoso hoy no me tocó. Muchas veces estuve ahí, en un colchón de gente, medio anestesiado. Más hoy lo veo pasar ahí adelante y veo como, lento, se va.